lunes, 25 de junio de 2012

Embajada Cristiana



CRISTIANO

Dios te guarde, noble turco:
que de tu rey la persona
representas, como yo
la del mío, para honra
del Sultán, que en tí confía,
y del pueblo de Mahoma.

MORO

Muy bien venido, cristiano;
y Alhá proteja la hora
en que pueda yo escuchar
tus palabras bondadosas,
y complacer tus deseos
y los del Rey que personas
a satisfacción del mío
y la lealtad que atesora
mi corazon. ¿Qué pretendes?

CRISTIANO

A escucharlo vas ahora.
Mi Rey, que ante todo, es siervo
del Dios, que en los cielos mora,
dueño y señor hoy de Burgos,
de Toledo y Zaragoza,
de Leon, las dos Sicilias,
de Córcega y de Mallorca;
dueño y Rey de las Asturias
del Océano y sus costas;
señor de Jerusalen
para nosotros preciosa;
Rey de Sevilla y Granada,
de Murcia, Jaén y Córdoba,
Duque de Milán excelso:
Rey de Nápoles, la hermosa;
Rey de Navarra y Valencia,
gran Conde de Barcelona;
y, para no relatarte,
molestando tu memoria,
el sinnúmero de títulos
y grandezas que le adornan
te diré: que el Rey de España
y sus posesiones todas,
con la cual te será fácil
el figurarte su gloria,
por todos reconocida
aún en regiones remotas,
de esta misión me ha encargado,
para mí nada enojosa.

A este señor de señores,
cuyo valor nadie ignora,
honra y prez de sus vasallos,
que dirige a la victoria
con tal fortuna que nunca
vencidas fueron sus tropas,
pues le bastó desearlo
para vencer, en mal hora
le ha llegado la noticia
de la sorpresa notoria
que, por la fuerza del número
puso al fuerte en manos moras,
para vergüenza del Rey
y las huestes españolas;
e indignado de coraje,
vistiendo la fuerte cota,
me ordenó que reuniese
las gentes más belicosas
de sus huestes aguerridas
que no conocen derrota,
y viniese a rescatar
esa fortaleza heroica
y la Villa que defiende:
la más preciada entre todas
las poblaciones que existen
del mar Tirreno y sus costas.

Cumpliendo su real mandato,
con obediencia gustosa,
alisté mis escuadrones,
y al són de bélicas trompas,
forzando marchas, llegué,
venciendo siempre con gloria,
frente a frente de estos muros
que pronto ocupar me importa.

Mira esta amena campiña:
verásla cubierta toda
de soldados que, ambiciosos
por borrar nuestra deshonra,
si no son hijos de Marte,
son alumnos de Belona,
y deseosos se encuentran
de terminar la gloriosa
campaña tan felizmente
comenzada há pocas horas.

No esperes que yo desista
de esta empresa generosa,
porque, por mi Rey, te juro
que, mientras de sangre gota
anime a mis soldados,
Sol, Luna, Estrellas y Aurosa,
nos encontrarán constantes,
empuñada la tizona,
bien asaltando esos muros
o en lid sangrienta y penosa
hasta perder nuestras vidas
o conseguir la victoria.

Teme, pues, de tanto Marte
cristiano, las más fogosas
severas resoluciones
que de sus pechos abortan,
cual de encendidos volcanes,
las lavas abrasadoras,
y entréganos esos fuertes
y esa gran Villa abandona,
sujetando tu arrogancia
a la bravura española,
que yo, por no ver cubiertas
de sangre esas peñas toscas,
vengo a rogártelo, Turco,
de manera generosa,
cuando el triunfo es indudable,
si a la lucha me provocas.
Y si nó, verás en breve
cual mis gentes están prontas
y hábiles para el asalto
y lucha más desastrosa;
y al terminar la jornada,
para nosotros gloriosa;
vencidos ya tus ejércitos
y tus medias lunas rotas,
te encontrarás humillado:
sin fortaleza, sin honra,
sin riquezas ni tesoros,
o sin la vida que gozas.

Pero si, cuerdo, resuelves
una retirada honrosa,
hallarás en mí piedad
de Cristiano fervorosa:
permitiré del Castillo
la guarnición numerosa
que merece tu persona;
y te ofreceré regalos
de riqueza asombradora,
que conjuren los pesares
de la Sultana Señora.

Yo te prometo, también,
el daros segura escolta
en tanto que en breve término,
dejéis, la tierra española.

Pero, si de nuevo irritas
con algaradas traidoras
el valor de mis soldados,
o imprudente ocasionas,
desnudo esta limpia espada,
siempre noble y vencedora,
verás menguantes tus lunas,
tu airada cerviz de alfombra,
tus turbantes esparcidos
con tus jaiques y marlotas,
formando en conjunto un prado
de segadas amapolas:
y en fin, probarás las leyes,
de la guerra, harto imperiosas.

Paz o guerra te aperciben
mis banderas victoriosas.
Resuélvete, Moro, al punto ....
¡Guerra a paz! ¿Qué te acomoda?
MORO

Vive Alhá, Cristiano necio,
que a tu arrogante osadia
solamente yo debia
contestarte con el desprecio.

Mas ya que gozas un fuero
que te concede la ley,
mi respuesta oye primero
y después dila a tu Rey:

Con la sangre de mis bravos
pude ganar este fuerte
que por mi pésima suerte
defendían tus esclavos.

Los intrépidos guerreros
que murieron aquel día,
yacen en la tumba fria
que labraron tus aceros.

Abatidas y de hinojos,
mil africanas hermosas
riegan las fúnebres losas
con el llanto de sus ojos.

Cuando tú me vuelvas, pues,
a los nobles africanos
que pusieron los cristianos
bajo fúnebre ciprés.

Y los hijos restituyas
a las madres afligidas .....
esta torre y cuanto pidas,
hijo de Cristo, són tuyas.

CRISTIANO

Moro: de todas maneras,
sin cumplir tus condiciones,
en aquestos torreones
he de plantas mis banderas.

Y tus ricas africanas,
si impasible te conservas,
han de ser humildes siervas
de mis míseras cristianas.

Contemple, pues, tu sultán
que, si hoy mismo no se allana,
cenizas serán mañana
las leyes del Alcorán.

No consientas, Turco, pues,
ver morir a tus guerreros
al filo de mis aceros,
por el mezquino interés
de conservar sin provecho
ese castillo y, sagaz
admite la honrosa paz
que te brindo ....

MORO

La desecho.
Los moros tu paz desprecian.
Luchar, luchar solo quieren.
Los que de turcos se precian,
si matan, contentos mueren.

CRISTIANO

Pues entones, el castigo
del Dios Santo, a quien irritas,
caiga, sobre tí, y, contigo,
sobre tus gentes malditas.

¡Y tú, Marta bondadosa,
que desde esas altas nubes,
rodeada de querubes,
nos contemplas afanosa!

¿Tú, que las puertas abriste
a Jesús, Nuestro Señor,
y con maternal amor
cama y cena le cediste!

¡Tú que siempre afectuosa
nuestros duelos ves prolijos ...
¡intercede por tus hijos!
Protege a Villajoyosa!

¡Al arma tocad, valientes!
Y a batir al enemigo;
¡Dios quede, Moro, contigo!
¡Pues entrar en lid consientes! ...

MORO

Pues lo quieres, español,
derribada vuestra cruz,
hable ahora el arcabuz,
y mi alfanje brille al sol.

¡¡Guerra, guerra mahometanos !!
Desenvainad las espadas,
dejad, al fin, humilladas
las cruces de los cristianos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario